miércoles, 14 de marzo de 2007

Y CAE EL TELÓN y Los Aplausos son Multitudinarios

La noche del lunes murió el incansable y prolífico dramaturgo nacional Jorge Díaz. Un cáncer al esófago, diagnosticado el año pasado, venció a este hombre de 77 años, figura fundamental de la Generación del 50 y autor de más de cien obras de teatro.
Aunque era un final esperado, a su amigo Nissim Sharim le sorprendió, “porque uno siempre espera el milagro”, explicó acongojado a la salida del Teatro La Comedia, donde se prepara un pequeño homenaje (ver recuadro).
En los últimos meses Díaz casi no se movía producto de su enfermedad e incluso, no pudo asistir a las funciones de su obra “Pájaros en la tormenta”, parte de la trilogía “Náufragos de la memoria”, que trabajó con el director Pablo Krögh, su socio creativo en los últimos cinco años.
Por esos días, el director explicó que el cáncer que aquejaba al dramaturgo estaba en etapa terminal y que él prefería no dar más entrevistas. De hecho le pidió a sus cercanos que no lo velaran ni homenajearan, asunto que se cumplirá, pues hoy al mediodía sólo se realizará una misa en la parroquia Nuestra Señora de los Ángeles (El Golf), para luego cremar su cuerpo.
“También pidió que en la iglesia no estuviera su ataúd”, cuenta afectado el propio Krögh, quien lo vio por última vez el jueves: “Se estaba apagando y nos pidió que en el día de su muerte no se hicieran discursos ni se hablara de él”, se disculpa.

ICTUS DÍAZ S.A.
Díaz era arquitecto de profesión, pero su vínculo con el teatro se gestó en la Universidad Católica, donde fue compañero en esa carrera y también en el TEUC del actor Jaime Celedón, uno de los fundadores del Ictus. Fue esta compañía la que en 1956 llevó al escenario su primera obra, “La paloma y el espino”.
La alianza funcionó y en 1960 el Ictus sería multado si no montaba una pieza chilena. Díaz escribió rápidamente “Un hombre llamado isla”, pero como la obra era muy corta, hizo otra, con menos tiempo, para completar la función. Así nació “El cepillo de dientes” (protagonizada por Carla Cristi y Celedón), un clásico de la dramaturgia nacional que ha sido representado en decenas de países.
Y también obras como “El velero en la botella”, “Topografía de un desnudo” y “Pablo Neruda viene volando”. “Siempre fue flexible con sus obras, no le daba mucha importancia a cómo se montaran”, resume Sharim.
ARQUITECTO DE LAS PALABRAS
El dramaturgo vivió en España entre 1964 y 1994. De su producción allí poco se conoce; sin embargo, en 1987 ya tenía 48 obras para adultos y 27 para niños. Y antes de su regreso definitivo a Chile, incontables distinciones como el Premio Nacional de las Artes (1993); el Premio Antonio Buero Vallejo de Guadalajara (1992); y el Premio Palencia de Teatro (España, 1980).
La angustia existencial y la incomunicación, fueron algunos de sus temas, el sarcasmo y el humor negro sus armas y la crítica, su espíritu. Jorge Díaz odiaba que su obra fuera encasillada como teatro del absurdo, por su distorsión en contraposición al realismo que era la regla en el naciente teatro chileno.
Sus últimos años los pasó escribiendo sobre la memoria y manteniendo el bajo perfil de un hombre que sólo imprimió su intimidad en sus obras.
Una pasión que lo llevó a calificarse como “un arquitecto que ve las palabras en el espacio”, con una compulsiva creatividad, como la de “un galgo que corre detrás de una liebre metálica”.


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